miércoles, 15 de junio de 2016

Para el día de mi muerte

Y si llegas el día de mi muerte
te darás cuenta que no fui más que una ilusión de una galaxia,
el fuego de un te quiero y la noche de unos amantes.

Y si  llegas el día de mi muerte
no seré más que la fiel verdad.
No hay estaciones y la luna no es de queso.

Y si llegas el día de mi muerte
quizá no sea más que la cenizas de un día pasado.
Pasado entre bulevares y risas robadas.

Y si llegas el día de mi muerte
no olvides las lilas blancas
y los claveles azules; esos que me encantan.

Ojalá que llegues el día de mi muerte
para que así no veas más que letras azules
y los días negros de un poeta sin voz.


domingo, 12 de junio de 2016

La paradoja de la libertad


En una tierra sin nombre
un hombre corre por su destino.
Corre ciegamente. Nadie sabe a dónde va
y lo más probable es que nadie lo llegue a saber.
A lo lejos se ve su silueta perderse en el tiempo.
Él lleva en la frente un letrero,
ese parece decir que no es de ningún lugar,
que es solo un hombre y que no tiene rumbo.
Solo tiene destino. Uno que le espera.
Su caminar delata un corazón roto
y una vista cansada, pero un paso fuerte e impecable.
Siempre que se le ve está repitiendo un aforismo:
"Soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma."
Cuántas vidas habrá vivido,
cuantas caídas ha tenido,
cuántas veces ha odiado.
Al final es un hombre,
pero a diferencia de otros tiene un propósito.
No uno que lo haga feliz. Sino uno que lo haga libre.
Corre así se le vea cansado,
camina parejo y disimula sus heridas.
Él mismo sabe que el tiempo las cura
y es el mismo tiempo el que las hace desaparecer.
No se detiene un minuto;
si pierde el tiempo,
pero sabe que la noche es fría y de ella nadie ha de fiar,
por eso es mesurado con su vida y sus placeres.
No ha avanzado mucho,
pero no ha mirado atrás con nostalgia.
No piensa en la casa futura,
piensa en el ladrillo que ha de poner para ella.
Sabe que la vida es un asco,
pero ante ello no se detiene.
Sabe que la gente no se ama más que así misma,
pero ello no lo hace sangrar.
Este hombre no tiene horario,
no tiene jefe y mucho menos tiene afán.
Este hombre no es libre, pero conoce la libertad
y la anhela; así eso le cueste la vida.
Él sabe que jamás se detendrá
y como Atlás tiene que llevar al mundo en sus hombros,
pero no al mundo de los hombres.
Él lleva a su espalda su mundo.
Por eso su carrera no tiene fin, pero si tiene principio.
Cuenta la historia que mil vidas no ha vivido,
pero su experiencia dice lo contrario.
Ha sabido caer y levantarse.
Ha sabido ser insultado y ser humillado.
No ha sabido que ser alabado.
Y si lo ha sabido lo ignora.
Este hombre sabe que no cambiara al mundo,
por lo menos él solo no. Pero sabe que es su amo
y que tiene un sueño. Sabe que si es pertinente
ha de morir.... por ser libre.
Aunque herido esté no sufre.
Aunque en su último aliento fuese en este instante,
no creería ser el más importante.
Él corre y en ello encuentra su meta.
Él aprende y en ello encuentra su inspiración.
Él escucha para no repetir el pasado.
Él llora para liberarse de los demonios que lo atormentan.
Tiene millones de historias,
las cuales cambia por agua.
Tiene millones de odios,
cuales cambia por las crisálidas páginas de algún libro.
Muchos han intentado seguirlo sin entenderlo,
otros tantos se han reído sin entender que hacen.
Él siempre a ello responde con lo mismo:
Muchos otros antes han muerto,
muchos otros antes han trazado caminos,
muchos otros ha luchado por libertades
y muchos otros ha decidido entenderlas.
Eso los hace correr sin rumbo pero con objetivo.
Nadie nunca ha conseguido la libertad
sin haber sangrado, sin haber llorado,
muerto una y otra vez mientras mira el paisaje,
sin haber gemido de dolor ante el destino que los atarea.
Nadie ha conseguido la libertad sin decisión.
Y mucho menos alguien ha conseguido sus sueños sin correr.
Todos venimos de un lugar sin nombre,
pero pocos somos los que salimos de él.
Un día ese hombre supo que su lucha había terminado,
que ya era libre, que ya no corría. Volaba.
Sabía el porqué de los suplicios de los hombres.
Pero las libertades nos cuestan.
Él ya sabía que no pertenecía a ese lugar.


sábado, 11 de junio de 2016

Día 1


Me pregunto si aún me ama.
Si aún cuenta inocentemente las estrellas
o si todavía sueña con viajar dentro de una biblioteca.

Me pregunto si aún me recuerda.
Si piensas en las aburridas películas que solíamos ver
o si recuerda aquellas caras estúpidas que solíamos hacer en las aburridas noches.

Me pregunto si aún vive en aquella patria idílica,
esa que inventamos con un solo pretexto,
«en ella jamás dejaremos de ser uno».
De mi parte aún visito ese lugar,
solo que no me atrevo a buscarte.

Me pregunto si aún lee mis poemas.
Esos mismos que solía recitar de memoria por las mañanas
con un solo objetivo, hacerme reír,

Me pregunto si el tiempo es correcto.
Escribo esta epístola después de un día y una noche,
aunque en mi mente han pasado meses o quizá unos cuantos siglos.

Me pregunto si algún día me estrechará de nuevo.
Solo espero ese día, quizá mientras gastaré páginas,
algunas llenas de poemas para ella
y otras con grandes ensayos sobre su ausencia.

Es el día uno de dos eternidades por ella.



Te doy una galaxia

Te doy una galaxia.
Una por cada una de mis amarguras,
otra por cada vez que te sientas triste y afligida
y quizá otra por nuestras almas separadas.
Alguna por nuestros besos robados
y lo más probable es que haya una en mi infame ausencia.



jueves, 9 de junio de 2016

Día 199 de 366 de Julieth Velasco Vargas

Mañana gris, tarde oscura
Ojos tristes, sonrisa  falsa,
Todo como una perfecta combinación
Para escudriñar mi alma.

Siendo el ambiente en un ardiente y agradable verano,
Mis ojos lo ven con la sevicia de un llanto doloroso,
El cual solo lo hace desde adentro…
Tenue, sutil y silencioso.

Derramando gotas,
Gotas de sangre que cubren todo mi cuerpo
Con la intensidad de un amor; amor sin sosiego,
Imperfecto y nefasto, airado a lo más vil y menospreciado de la sociedad,
Ahogado en su propio veneno; veneno inyectado por voluntad propia.

Y así viviendo, haciendo conteo de esta hipersexualisada existencia…
Estoy yo esperando una vaga y difusa imagen de ti, de tu alma;
Perdiéndome en mis pensamientos; pensamientos que solo me llevan a ti y a nuestra historia,
Pagana y deprimente, historia que ahora solo es eso, recuerdos,
Recuerdos que se convierten en eternos, gracias a ti. 



Julieth Velasco Vargas


miércoles, 8 de junio de 2016

Cable a tierra

Compártele lo que no tengas,
dale besos por las mañanas, así ella no esté.
Dale sus brazos cruzados en son de abrazar
y tus malas caras que delatan el amor que sientes.
Esconde las caricias o mejor déjalas para después,
corre tras ella y no le mires, pasa derecho,
luego bésale el alma y no los labios.
No le hables de ti, háblale de galaxias lejanas.
Espera a que sea tarde,
porque de noche siempre es mejor.
Ignora todo lo bello y ama lo imperfecto.
Si no le besas la cicatriz no tienes derecho de amarle,
llámala al teléfono y cuelga cuando ella hable.
No le veas a los ojos, solo verle el lunar que ella odie.
Ponle un cable a tierra con eso y solo ámala.

*imagen tomada de la película Submarine*

jueves, 2 de junio de 2016

De él y su partida

Vi el féretro, ahí donde solía conversar conmigo,
no pude verte a la cara, ni lamentar.
Creo que no era nada de eso.

Un eterno silencio tomó la casa,
todo ahora parecía ser gris.
Los libros que me prestabas no eran lo mismo,
a pesar de que ahora eran míos (a petición tuya).

La vida es tan etérea,
un día escribes poesías
y el otro bailas en tu último respiro.

Aún recuerdo cuando los médicos no daban respuesta,
en primera instancia los culpe de tu ausencia.
En segunda y definitiva no culpe a nadie,
el tiempo es correcto solía decir alguien.

El poeta solía escribir que la vida es un sueño,
creo que soñaste bien y saltaste las estrellas,
quizá estés en el cielo leyendo, eso por lo correcto que eras.

Do, re, mi, fa, sol, la y si,
eso dijiste que tocará cuando emocionado tuve mi primera guitarra,
perfectamente lo recuerdo....

También recuerdo perfectamente la última vez que te vi,
no fue el último aliento tuyo, quizá no era fuerte para ello,
o quizá no querías que viera con nacientes ojos ese instante.

Frío el día fue que me dieron esas palabras,
quise ir a soñar y despertar después,
después de todo aquello que los demás llaman vida.

Los rezos dieron más señal de que no ibas a volver,
no quise llorar.... quizá no querías,
por eso no tuve lágrimas.

El silencio curó de a poco mi alma,
esos sitios callaron mis imaginarios llantos,
esos que acompañaban lecturas sin ti.

Trate de ser fuerte,
de no ver el peor momento,
no lloré, solo guarde silencio,
pero en realidad si faltaste y faltarás,
en ese cuarto, leyendo o rezando el rosario.

*** Dedicado a mi abuelo Aquileo Gómez***